Era una tarde poco casual, en vez de apreciarse el cielo rojizo y purpura, agradable a los ojos de cualquier ser sensible, solo había una nube oscura que cubría el cielo en los cuatro puntos cardinales. alguien tocaba a la puerta, era un golpeteo frecuente, sin una sincronización coherente que lo hiciera armónico, a toda prisa un hombre de avanzada edad intentaba quitar todos los cerrojos y abrir la puerta, con movimientos torpes ,halo de la puerta y pudo ver una silueta encorvada, con ojos saltones, sostenido por un bastón, los dos ancianos eran viejos amigos, no solo en la juerga, sino en ortodoxas costumbres religiosas, el huésped parecía alterado, no dejaba de jadear profundamente y sudaba sin parar, le temblaban las manos, el anfitrión lo guio por el vestíbulo, con un piso de madera tan antiguo que sin importar que tan suave fuera el paso, no dejaba de chirriar.
Entraron a la sala, donde se encontraba el comedor familiar, rodeado por cuadros de paisajes muy hermosos, era lo que más resaltaba en ese lugar, donde las paredes tenían fisuras con un papel tapiz descolorido, tomando un tono azul gris y la penumbra de aquella tarde le daba un toque perturbador.
El dueño de la casa estaba desesperado, podía verlo en sus ojos, había visto algo que rompió con todos sus paradigmas escépticos, algo que creía absurdo que pasara.
----- ¡caramba hombre! ----- bramo el dueño de la casa pasándole un vaso de agua ----- viejo Joaquín, ¿qué le pasa?, ¡no deja de temblar desde que llego aquí!.
