miércoles, 28 de mayo de 2014

El vendedor de Aire



El Vendedor de Aire
Daniel Greiff Tovar

Para la vida en las ciudades, era obligatorio usar máscaras y tanques de oxígeno para sobrevivir, la polución había llegado a un punto crítico, qué era imposible conseguir alimentos orgánicos de buena calidad y cada día iba escaseando en gran medida.
Colombia no era la excepción y ni se diga de su capital, Bogotá.Los grandes negocios,centros comerciales y sitios de entretenimiento, se encontraban cerrados, los anuncios gigantescos se encontraban en su mayoria, oxidados, otros se encontraban caidos en los andenes.Los lugares mas concurridos estaban vacios, la vista era desoladora.
Fue entonces cuando apareció un hombre en una bicicleta y anclada a ella llevaba una extraña máquina, la ubico en el centro de la ciudad y usando  toda la energía, comenzó a absorber el aire contaminado y en seguida lo reemplazo con un aire puro. Los ciudadanos, inquietos, le preguntaron quién era, dijo llamarse John Rivera, sin embargo preferia que lo denominaran por su apodo,Sirro Steiner y era un vendedor de aire.
Steiner dio una cuota, el alcalde le reconoció una suma aceptable de dinero, el vendedor intento ocultar su frustración, no era la primera vez que sucedía, sin embargo, consideraba que los agradecimientos y aplausos de la gente por devolverles la posibilidad de respirar aire puro bastaba.
Cada día la rutina era la misma, no le quejaba el hecho de que viviera en los suburbios, no le quejaba vivir en una chatarrería, donde reposaban los restos de vehículos, armas de destrucción masiva y androides, desde los que sirvieron a la humanidad, como los que casi la extinguieron por su programación perversa, no le quejaba tener una casa pequeña en medio de la chatarra, que su cama fuera dura e incómoda y que las tejas estuvieran endebles, no le quejaba pedalear kilómetros hacia las ciudades contaminadas y recibir poco dinero que no cubría la manutención y gastos que generaba la maquina creadora de aire puro, sin embargo, había una parte de él que anhelaba  tener lujos cuando veía a los ricos con sus comodidades ostentosas.


Pasaron meses cuando llego uno de los más grandes magnates del mundo entero, Cash Margolis, quien le ofreció mucho dinero a cambio de una solución definitiva, que cubriera a todo el mundo, con una duración perpetua. Al ver las cifras, Steiner acepto y Margolis le entrego el doble de lo prometido, con el fin de crear una maquina poderosa, con los mejores repuestos y mecanismos que no comprometieran la paupérrima salud de la tierra.
Esa noche no pudo dormir, su cama se hizo más incómoda de lo que era, lastimando su atormentada espalda, los ladridos de su perro androide lo tenía alterado, se un salto salió de su alcoba y tomando a su mascota metálica, lo desactivo y arrojo entre los deshechos. Poco después de masajearse la columna sin efecto alguno, se acercó a los maletines y los conto muchas veces, fue entonces cuando dejo que sus anhelos y ambiciones de su corazón lo enajenaran, sin que se diera cuenta, estaba gastando el dinero en fiestas, sastrería y lujos inútiles y a la vez insaciables, aun así Steiner no contemplaba que la fecha limite estaba cerca.


Fue devuelto a la realidad a dos días antes de la entrega, la alarma de su despertador último modelo repetía sin cesar la fecha con la hora, minutos y segundos exactos, su tranquilidad desapareció cuando su billetera estaba vacía y los maletines también. Paso mucho tiempo en el baño mirándose en el espejo mientras algunos risos de su cabello tapaban el lavamanos, en seguida salió al patio y observo su máquina, con un motor cerca de una sobre carga, las aleaciones debilitadas y ciertas aleaciones oxidadas. Cubriendo su rostro con sus manos se dijo a sí mismo – “no resistirá” -.
Trabajó contra reloj y usando retazos de los restos de chatarra, las adhirió al aparato, pinto la máquina, dándole un aspecto impresionante y optima, que podría engañar a cualquiera.
A Margolis, el magnate, se le hizo extraño verlo llegar en la misma desgastada bicicleta, el invento de Steiner estaba cubierto por una carpa sucia.
Encendió la máquina, dando inicio a la operación, de repente hubo un estruendo, el motor estalló, desprendiendo un humo más nocivo que el que padecía la ciudad, los controles se había bloqueado y la polución que había absorbido por años se disparó a todas las direcciones, era tan toxico que causo muerte súbita, no solo a la gente de diversas ciudades, sino también  a todas las especies vivientes en la tierra. Margolis intento reclamarle a Steiner, sin éxito, debido a que sus pulmones se envenenaron en segundos. Steiner tomo una máscara y un tanque medianamente cargado. Habiendo salvado su cobarde vida, contemplo el caos que creo. Sirro Steiner había logrado satisfacer sus más desesperados deseos y le pago al mundo que intento rescatar con muerte y destrucción. La cárcel seria el menor de sus tormentos.





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